Hidratarse

Estamos hechos de agua y mantener el cuerpo hidratado es fundamental para la vida


Hablar del agua como del “vital elemento” es mucho más que un lugar común. Si tenemos en cuenta que el 75 por ciento de nuestro planeta y el 60 por ciento del cuerpo humano es agua, vemos que es imposible soslayar la importancia de una buena hidratación. Así y todo, en el trajín de la vida cotidiana, muchas veces lo olvidamos.

Lo importante es beber agua en buena cantidad a lo largo de toda la jornada, incluso aún sin experimentar sensación de sed, ya que el ser humano pierde líquido mediante el sudor, la orina, la respiración y las heces, y, generalmente, no nos damos cuenta de ello. La sed, en ese sentido, actúa como una alarma tardía, ya que la sentimos cuando efectivamente el cuerpo comienza a experimentar determinados niveles de deshidratación, que llevan a que las células se contraigan y envíen señales al cerebro.

Si bien no todos los organismos tienen las mismas necesidades, hay quienes recomiendan ingerir unos tres litros de agua al día, aunque la mitad de ella sea a través de los alimentos. La ingestión de agua contribuye a eliminar toxinas, mantener el correcto funcionamiento renal y compensar la pérdida de líquido. Y hay que recordar que el agua no hace mal: no engorda, no influye en el acopio de calorías ni genera trastornos de sueño.

Además, el agua no sólo hace que nuestro cuerpo funcione bien “por dentro”, ya que la piel y el cabello dependen también de la correcta hidratación.

Minerales presentes en el agua:

El agua aporta al cuerpo una importante cantidad de minerales imprescindibles para la salud. Estos minerales, que el organismo no puede producir por sí mismo y son fundamentales para la elaboración de tejidos y el correcto funcionamiento hormonal, están presentes en los alimentos y el agua.

Sodio: Su principal función es mantener el volumen líquido del organismo y su equilibrio osmótico de las células, además de cumplir un rol importante en la transmisión de los impulsos nerviosos.

Magnesio: Es un gran aliado de la salud: está en las reacciones musculares y en la conducción nerviosa, ayuda a evitar la hipertensión vascular y las enfermedades cardiacas, y ayuda al metabolismo.

Calcio: Fortalece los huesos, interviene en la coagulación sanguínea y ayuda a mantener el ritmo cardiaco. Además, cumple un rol fundamental en el mantenimiento de la permeabilidad de las membranas celulares y participa de la formación de enzimas y hormonas.

Sulfato: Sus propiedades purificadoras y antitóxicas permiten un aumento de la secreción biliar.

Bicarbonato: Como ya lo sabían nuestras abuelas, facilita la buena digestión y contribuye a eliminar la acidez, neutralizando el ph de algunos alimentos y de los jugos gástricos que se producen en la digestión.

Cloruro: Favorece el equilibrio ácido-base en el organismo y ayuda al hígado a eliminar toxinas.